sábado, 6 de febrero de 2010

-MALVINAS-QUE EL SACRIFICIO NO SEA VANO-



Queridos hermanos, nos reunimos en este 2 de Abril para rogar por las almas de aquellos que dieron su vida por la Patria en las jornadas que siguieron a esta fecha. Fecha que personalmente confieso, nunca podré olvidar.
Aquella noticia que nos llega de pronto por la radio, como algo increíble, parece una broma, parece un sueño. Pero después, esa noticia se confirma: las Malvinas son nuestras, hemos recuperado las Malvinas.
Algo en lo cual desde niños en la escuela soñábamos. Esa herida, esa ofensa en el alma, en el corazón, en la tierra de la Patria, es algo que había sido reparado, que había sido sanado.
Recuerdo cómo en el Seminario espontáneamente los chicos del Seminario Menor -los grandes estaban en el Retiro- quisieron juntarse alrededor del mástil para izar la Bandera. Y el Padre Suárez, hoy finado, ya enfermo, quiso que lo bajaran desde su habitación sentado en su silla de inválido para estar allí y para acompañar a los jóvenes en la canción del Himno, por ese hecho que llenaba su corazón de alegría.
Y luego las jornadas que siguieron y que podemos recordar entre las más intensas de nuestra vida. Ya sea por la tensión, por la emoción, por la alegría y por el dolor también.
Yo recuerdo que, porque la obediencia no quiso que fuera capellán de aquellas tierras lejanas, como hubiera sido mi deseo, como lo había sido en las jornadas preparatorias del '78 y en otras ocasiones, me tocó acompañar desde la retaguardia.
Solamente una vez pude llegar hasta Trelew, a hablar a los oficiales de nuestra brigada, cuando el 1de Mayo habían caído los dos primeros camaradas en combate. Y luego el trabajo silencioso, y la oración, junto con las esposas que rogaban por los ausentes, y el deber, inmensamente doloroso, de ir a dar la noticia de aquellos que habían caído, a los familiares.
Es algo que jamás podré olvidar; es algo que jamás podremos olvidar los que hemos vivido, por más que quieran hacernos olvidar. Por más que quieran tender sobre esto un manto de silencio. Por más que quieran «desmalvinizarnos». Por más que nos quieran decir que eso nunca existió, o que si existió, fue un error, una mentira. Jamás podremos olvidar, porque a lo largo de años, de años grises para esta Patria que nos duele, porque parece un país en decadencia y en disgregación, el gesto del 2 de Abril fue tal vez el único gesto de grandeza en el cual pudimos reencontrarnos con los grandes momentos de nuestra historia.
Jamás podremos olvidarlo y por eso hoy estamos aquí para rezar. Hoy estamos aquí para recordar aquellas jornadas. Aquellas jornadas en las cuales el pueblo argentino, sin distinción de clases y sin distinción de partidos se sintió unido. Porque hubo algo que lo unió por encima de las mentiras, por encima de las falsedades, por encima de las promesas que no se cumplen, por encima de los programas mentirosos, por encima de la charlatanería hueca de los políticos y de los medios de comunicación.
Hubo un Ideal de Patria, hubo algo grande y algo noble que hizo que ese pueblo reaccionara como un solo hombre, como un solo corazón en esos momentos.
Y no es sólo nuestro pueblo, sino todos los hijos de esas naciones hermanas de aquella América española que, como decía Rubén Darío, «aún reza a Jesucristo y aún habla en español» y que estuvieron a nuestro lado en esos momentos difíciles. Momentos de victoria, momentos de dolor, momentos de derrota. Eso no lo podemos olvidar. Fue un momento de grandeza entre tanta mediocridad en la cual parece que después comenzamos nuevamente a hundirnos y a disgregarnos en ella, por eso nos reunimos aquí como católicos para rezar.

-Rezar por los muertos en combate -
Cuando se nos habla en la Sagrada Escritura de la oración por los difuntos, no es casual que el primero en mandar a celebrar oficios y a rezar por las almas de los fieles difuntos es Judas Macabeo después del combate, y manda a rezar por las almas de aquellos que han muerto en el combate. Porque es un deber de Piedad el rezar por los difuntos para que Dios los tenga en su gloria. Y porque al mismo tiempo es un acto de Fe en que ellos no han muerto, y en que ellos, si es que dieron su vida por una causa noble, por una causa grande y lo hicieron sabiendo que como cristianos estaban cumpliendo con su deber, ellos viven delante de Dios y el Señor ha recibido su sacrificio. Nos reunimos, a rezar porque como cristianos sabemos que no existe paz verdadera sin justicia. Y la injusticia del atropello de la prepotencia colonialista, de la ocupación extranjera, sigue siendo como una herida en el cuerpo y en el alma de la Patria. Y mientras esa herida siga abierta, no podrá haber paz verdadera. Porque la paz no nace de las componendas, porque la paz no nace de los compromisos, porque la paz no nace de los arreglos ambiguos y traicioneros. Porque la paz -decía San Agustín- es la tranquilidad del orden, Y no de cualquier orden, sino del orden que se funda sobre la Verdad y que se funda sobre la justicia. Por eso también como católicos rezamos porque esa herida de la injusticia, de la rapiña, herida decíamos, en el cuerpo y en el alma de la Patria, es algo que nos duele y es algo que no podemos tolerar y es algo que no podemos aceptar ni podemos permitir que se cubra con el manto del olvido o con el manto de la paz falsa, mentirosa y engañosa.
Nos reunimos aquí como cristianos, porque como cristianos nos obliga el amor de la Patria. San Agustín lo decía: «Ama a tus padres y más que a tus padres a tu Patria y más que a tu Patria solamente a Dios».
Como cristianos debemos amar a nuestra familia, pero tenemos que amar por sobre ella a esa familia grande que es la Patria, que es mi familia y que son las familias de todos aquellos que me están unidos por lazos de tradición, de lengua, de religión, de sangre, de historia; por un pasado común y por un destino común.
Esa virtud de la Piedad que dice Santo Tomás es un deber de respeto y de honor hacia los padres y hacia la Patria porque en ellos y en ella hemos nacido y nos hemos criado, porque de ellos y en ellos hemos recibido todo lo que tenemos.

-Semillas de la Patria futura -
Y por eso hoy al rezar por las almas de los muertos tenemos que rezar por nuestra Patria. Y al mirar hacia atrás tenemos que mirar también hacia el presente y tenemos que mirar hacia el futuro. Y nosotros, los que estamos vivos, no podemos permitir que haya sido inútil el sacrificio de los muertos. Y para eso tenemos que empezar por no olvidarlos; tenemos que empezar por recordarlos. Decía uno de los escritores cristianos de los primeros siglos que la sangre de los mártires es semilla de nuevos cristianos. La sangre de aquellos que han muerto por la Patria tiene que ser la semilla de una Patria nueva. No podemos olvidar su espíritu. No podemos olvidar el coraje y la generosidad con que fueron voluntarios al combate. No podemos olvidar su muerte por más que nos quieran hacer olvidar estas cosas.
Nos quieren hacer olvidar del heroísmo, nos quieren hacer olvidar del sacrificio, nos quieren hacer olvidar de los ideales grandes, porque todo eso no les conviene. No les conviene a los cobardes , no les conviene a los traidores, no les conviene a los vendepatrias, no les conviene a los que pactan y tienden la mano con el enemigo, no les conviene a los que quieren que la Argentina siga siendo una colonia en su territorio y en su alma y en su cultura y en su espíritu.
No les conviene el espíritu de Malvinas porque es espíritu de Patria, porque es espíritu de Dios, porque es espíritu de lucha, porque es espíritu de sacrificio. Y por eso quieren que nos olvidemos, pero nosotros no podemos olvidar. Porque nosotros no podemos traicionar esa sangre derramada, porque no podemos traicionar y olvidar el sacrificio de los que fueron nuestros hermanos, nuestros amigos, nuestros camaradas en la lucha. Porque no podemos permitir que esa sangre se haya derramado inútilmente.
Es semilla, es semilla de una Patria futura, de una Patria que costará tal vez más sangre, más sacrificio y muchos años de lucha, pero que no importa. Tenemos que llevar en nuestra alma, en nuestro corazón, en nuestra esperanza, en nuestra oración como un deseo, como un anhelo que no puede pasar, que no podemos traicionar.
Alguno de los combatientes en Malvinas, heroico combatiente en las Malvinas, respondía al deseo del señor Presidente de la República que visitaba una brigada y que quería conversar o ver algún ex combatiente, con estas palabras.- «Señor Presidente, aquí no hay ex combatientes porque las Malvinas siguen estando en poder de Inglaterra».
Guardemos en nuestro corazón esas palabras, enfrente a la injusticia que permanece, enfrente a la violación de nuestros derechos que permanece, enfrente a la mentira que permanece, enfrente a la traición que permanece, aquí no puede haber ex combatientes. Todos nosotros tenernos que seguir siendo combatientes, cada cual en el puesto en que Dios lo quiere, en la lucha para que esta Patria sea lo que Dios manda. Para que esta pobre Argentina herida en su cuerpo y en su alma pueda un día llenarnos de orgullo, como de orgullo nos llenaron aquellos que por ella en esos días de las Malvinas hicieron cosas grandes, tan grandes que fueron capaces hasta de dar la vida; que como dice el Señor: «Nadie ama más que aquél que es capaz de dar la vida por los suyos». El martirio, que es el acto supremo de la virtud de la Fortaleza, y al mismo tiempo, el acto más grande, de la Caridad.
Nos acercamos a los días santos, a los días grandes de esta Semana que no en vano la Iglesia llama Santa y en la cual la Iglesia revive la Pasión y la Muerte y la Resurrección del Señor. Nosotros sabemos que para seguir a Cristo tenemos que estar dispuestos a cargar con la Cruz. Cristo es el Rey que nos ama y que nos llama a conquistar el mundo y a conquistar la Patria. Y Cristo en ningún momento nos llama con promesas de una vida fácil, de una vida cómoda, de una vida que sería aquí en la tierra como un anticipo del Paraíso. Cristo nos dijo con claridad: «El que quiere ser mí discípulo tiene que cargar la Cruz para seguirme». Es decir, el que quiere seguir a Cristo tiene que estar dispuesto a pasar por donde Él pasó. Y Cristo llegó a la gloria, al Triunfo, a la Resurrección y a su Reino, pero para llegar a eso, tuvo que pasar por el Viernes Santo, por la Cruz, por el Calvario, por la muerte.
Sabemos que ese es también nuestro camino como cristianos, para cada uno de nosotros, y ese pienso que puede ser también el camino para nuestra Patria. Tal vez sea necesario que nuestra Patria, para llegar a la resurrección, al triunfo, a la victoria, a la gloria, tenga que pasar por la Cruz y por el Viernes Santo.
Pidámosle al Señor en estos días que nos ayude a ser fieles en esta empresa; pidámosle al Señor en estos días que esta Patria crucificada pueda alegrarse un día con la Resurrección, como Cristo pasó por el Calvario en el dolor del Viernes Santo para llegar al triunfo de la Pascua, a la Vida verdadera, a la Vida que no pasa, a la Vida a la cual Él nos llama, para reinar un día con Él si hemos sido capaces de ser fieles y de luchar y de padecer con Él aquí en la tierra.(Sermon pronunciado en la Parroquia SAN MIGUEL ARCANGEL(Entre Rios) 2 de Abril 1985)-

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